Si hago memoria ya son más de treinta años dedicado al trabajo en arte, es difícil hacer balance de estos años y tampoco tiene demasiado interés, la memoria altera y deforma lo ocurrido para acomodarlo en ese “lugar” que nos haga soportable el tiempo vivido. Muchos trabajos y situaciones quedan casi olvidados, es necesario olvidar algunas cosas para seguir viviendo, el sentimiento de fracaso es algo a dosificar como una peligrosa pero necesaria medicina.

En este tiempo han sido muy pocos los periodos en los que esta tarea del arte se ha interrumpido, siempre he intentado mantener una actividad constante y disciplinada, quizás por necesidad de un cierto orden personal, el trabajo me ayuda a vivir mejor y mas atento a mi tiempo. Me comunico con mi trabajo y este me incomunica como persona física, esto es preocupante pero no encuentro solución al problema. El trabajo en arte es el resultado de muchas horas de soledad, quizás demasiadas, y siempre con la duda como incomoda compañera.

El arte se define como una actividad inútil de naturaleza poética y obsesiva que nos deja entrever mundos improbables pero necesarios para comprender el gran misterio de la existencia humana. Antes de las religiones, el individuo ya produce arte para intentar vencer el miedo a la vida y entender el misterio de la muerte, es el intermediario necesario todavía en este conflicto, la ciencia nos hace mortales, lo político nos sitúa en lo intemporal, el arte es la mentira piadosa del individuo sin dios. Gran parte de mis compañeros de viaje han muerto, incluso nunca los he conocido pero a través de su trabajo están presentes en mi día a día con la misma intensidad que si estuviesen al lado, esto quizás sea extraño y enfermizo, estar rodeado de muertos vivos no es muy normal pero no me importa, solo me inquieta a veces y me aísla en exceso, mi amigo artista del neolítico es mas real y presente que mis vecinos de portal.

Por todo esto, pienso que el arte es una enfermedad sin cura que puede ayudarnos a ser diferentes, singulares, inteligentes, generosos y conscientes de nuestro tiempo, solo así podremos ser mejores individuos que es de lo que se trata y más divertidos.

El trabajo en arte tiene mucho de contención de la infancia, el niño en un papel en blanco inventa el mundo por primera vez, el artista prolonga en el tiempo esta emoción hasta su última consecuencia creando un universo de imágenes donde vivir y protegerse. Esta emoción primera debe estar presente en la búsqueda de los recursos expresivos elegidos, la obra se realiza desde la duda y lo emocionante es el camino a recorrer en su ejecución, siempre incierto y sorprendente.

Mi herramienta de trabajo es la geometría por ser el lenguaje abstracto más puro a mi alcance, me gusta la distancia emocional que se establece entre la obra y quien la mira, la pintura pasa a ser un razonamiento autónomo menos afectado de la subjetividad del autor y más fácil de ser intervenido y participado por el observador.

La pureza del lenguaje geométrico tiene algo de ocultación personal, no me interesa contar historias y prefiero elucubrar en territorios conceptuales abstractos en busca de arquitecturas habitables desde lo mental. Pienso que solo hay dos tipos de artistas, uno es el artista expresionista-subjetivo y el otro el artista racionalista-construtivo; el primero pinta en el interior de la cueva y el segundo levanta el menhir. Quizás en origen, eran la misma persona o grupo como dos cualidades expresivas complementarias, luego en el siglo veinte el arte conceptual vuelve a fundir estas dos especialidades abriendo el camino del final del arte, al menos como históricamente lo hemos conocido. La arquitectura es ya solo pura ingeniera y el arte queda reducido al agudo y engañoso producto comercial publicitado desde “lo innovador”… ¡Me aburre tanta innovación! Tanto crecimiento inútil y especulativo, lo verdaderamente moderno es el blanco sobre blanco de Malevich o la columna sin fin de Brancusi. El arte debe ser una alta aspiración intelectual y emocional, si no es así no sirve para nada, el mundo ya está lleno de suficientes tonterías y no tiene sentido seguir acumulando y añadiendo al gran contenedor “productos” difícilmente reciclables.

Es difícil adivinar la deriva de este tiempo nuestro, de nuevo vivimos un momento de profunda crisis en lo social y económico, parece que el trauma de la segunda gran guerra queda olvidado y de nuevo especuladores y liquidadores gobiernan el mundo. La sensación de miedo se ha instalado de nuevo en nuestras conciencias y el espacio para el conocimiento no científico se ha reducido al mínimo, el arte se ha quedado sin lugar con síntomas de agotamiento preocupantes. Las vanguardias de los años setenta quedan ya muy lejanas y la memoria de estas últimas emocionantes propuestas es mínima, el arte conceptual es una lejana aventura y se detecta una vuelta de nuevo a un arte de la simplificación, espectacular, divertido, “contemporáneo” pero insoportablemente frívolo en el mejor de los casos, con un afán productivo similar a cualquier otro producto industrial en continua renovación, esto es agotador y liquidador a la vez. La velocidad de los acontecimientos y su divulgación me crean una sensación de estar metido en un calidoscopio de sensaciones que no dejan huella en mi memoria, mi desinterés es creciente y esto me aísla y me preocupa.

Creo que la creación en arte debe tener un propósito, un compromiso más ambicioso y menos productivo, el arte como dijo un querido poeta “es el fruto de mucha vocación y un poco de trabajo”. El arte es ante todo una actitud una manera de estar en el mundo, un intento emocionante de dar sentido a nuestro tiempo de existencia para no morir tan pronto.